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EL TEATRO Y LAS COMPETENCIAS DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

Se imponen nuevos talentos (profesionales) para enfrentarse a los nuevos retos, una figura a caballo entre el emprendedor, visionario y transformador.

El modelo antiguo, en el que primaba la formación y la experiencia por encima de la persona, los números por encima de lo humano,... ha quedado obsoleto.

El mundo en el que vivimos está en constante evolución y únicamente las empresas que se adapten al cambio y que sean tan flexibles serán capaces de sobrevivir. Una organización, que persigue y aspira adaptase a los nuevos modelos empresariales, ya no busca un talento (profesional) con una formación y una experiencia específica para que desarrolle un trabajo en concreto, busca algo mas, ahora entra en juego otro tipo de herramientas, actitudes, capacidades y habilidades entre las que se circunscriben las competentencias de la I.E. que aportan, suman, enriquecen,... y por ende diferencia a una empresa.


Es por ello que se hace necesario que los nuevos talentos (profesionales) se adapten a los nuevos tiempos en los que vivimos, deben estar en continua evolución, esto requiere una formación continua en lo profesional y lo personal. Somos únicos (no hay nadie igual que tú), somos una "marca" andante y danzante, y esta "marca personal" es un elemento diferenciador muy valorado por las organizaciones para el crecimiento y la diferenciación de la misma.


Entre las competencias imprescindibles para el buen desarrollo de una actividad profesional en estos nuevos tiempos en los que nos encontramos están:


Tener Visión Global, Creatividad e Inovación, Habilidades Comunicativas, Capacidad para construir relaciones y Generar confianza, Capacidad Resolutiva, Capacidad de Adaptación y Flexibilidad...


Competencias básicas que se trabajan en este maravilloso mundo que es el teatro. Aquell@s que estéis interesad@s en poneros al día en la Inteligencia Emocional y sus Competencias...

Animaos a hacer Teatro.



El teatro empieza a plantar cara a los Ayuntamientos morosos (El País 23/11/2011)

Bárbara Lennie e Israel Elejalde, en La función por hacer, de Miguel del Arco y Aitor Tejada.
Kamikaze Producciones, la productora de profesionales de primerísimo nivel que están viviendo momentos de gloria, como Miguel del Arco y Aitor Tejada, ha plantado cara al Ayuntamiento de León. "Si no nos pagan no acudimos". La medida ha sido recibida con algarabía por toda la profesión que no oculta su hartazgo porque se les quite el dinero que les pertenece. Otra idea que ha empezado a circular entre los damnificados es acordar con los Ayuntamientos que se les pague en el descanso de las funciones, cuando ya han recogido el dinero de taquilla, y de no cumplir el compromiso no terminan la función, explicando al público el por qué de esa medida


Cada vez son más voces las que denuncian la paradójica y desesperada situación por la que está pasando el teatro en España. No el teatro público, sino las compañías que suelen ser programadas en los casi 200 teatros que hay repartidos por toda España y cuya titularidad en la práctica totalidad es de los municipios donde se encuentran.

Se ha hecho común la práctica, salvo poquísimas excepciones, que los grupos programados se queden sin cobrar sus honorarios, a pesar de llenar los teatros y de que el público ha pagado religiosamente su entrada para verlos. Pero como el interventor del teatro suele depender del Ayuntamiento, con la escusa de que tiene que pasar el cobro por gerencia, se suelen quedar esos dineros que tardan meses y hasta años en llegar a sus legítimos dueños.

De hecho ya hay compañías con el agua al cuello, o arruinadas, como el caso de Teatro El Cruce y otras, a pesar de atraer cada vez más espectadores, por la gran calidad de sus montajes. Y otro tanto les pasa a productores como Jesús Cimarro, Concha Busto o Juanjo Seoane, todos ellos con larguísima experiencia en el sector, que se ven ahogados por los impagos.

"Nos ha pasado algo curioso y muy, muy triste", señala el director de montajes como La función por hacer o Los veraneantes. "Hoy, día 23 de noviembre, tendríamos que haber ido a León a hacer bolo [nombre que reciben las representaciones sueltas] con La función por hacer. Como estábamos informados de que el Ayuntamiento de esta ciudad debía mucho dinero a otras compañías optamos, en primera instancia, por declinar la invitación", señala el director cuya actitud es la que están tomando muchos grupos para no seguir acumulando la deuda que, de seguir creciendo, es muy altamente probable que les obligue a dejar la actividad. "Pero el Ayuntamiento de León, a través de su programador, nos llama, insistentemente, para asegurarnos que, si vamos, nos pagará, lo cual es tremendo que esté en tela de juicio, pero en fin...", dice Tejada, socio del director y quien ya lleva encima unas cuantas de estas, según cuentan, "le propuse que si quieren que vayamos tienen que poner en el contrato una cláusula comprometiéndose a que el pago por la actuación sea ingresado en nuestra cuenta dos días antes de la fecha del bolo", a lo que añade del Arco: "Parecía imposible que fueran a aceptar pero, tachán, aceptaron, pero ¡no ha servido de nada!".

El caso es que ayer, día marcado para que se produjera el ingreso no hubo manera de localizar a los responsables y finalmente hoy miércoles Tejada logró hablar con ellos ante la negativa de la compañía a desplazarse a León debido a su incumplimiento de contrato. "Nos juran 'por su honor' que recibiremos el dinero. ¿Quién se puede fiar de su palabra cuando no han cumplido el contrato que habían firmado con nosotros?", argumenta del Arco.

Sin dinero para los gastos

Ambos responsables de Kamikaze Teatro cuentan lo obvio. Que cuando una compañía sale de bolos se producen infinidad de gastos: desplazamiento de los trabajadores, seguridad social, dietas, sueldos etc. "La administración nos pide el IVA de esa factura aunque no la hayamos cobrado. Si esto lo vas sumando al número de ayuntamientos que se retrasa o que, directamente no paga, no es muy difícil llegar a la conclusión de que es una actividad insostenible".

"Sólo puedo decir que mi compañía es muy pequeña, pero muy 'honrá'. Pagamos a nuestros trabajadores puntualmente aunque sea quitándonoslo de nuestro propio sueldo porque amamos lo que hacemos e intentamos cuidarlo con esfuerzo, mimo y dedicación. Una forma de cuidarlo es también no dejar que terceros se pasen por el arco del triunfo nuestra dignidad como trabajadores", apunta del Arco, "Lo siento mucho por los aficionados al teatro de León que ya me habían mostrado con mensajes la alegría que le producía nuestra inminente visita, pero la situación es esta y es muy dura para nosotros".

Lo cierto es que además de "honrá" la compañía goza de un gran prestigio que ha venido avalado por los siete Premios Max (mejor dirección, espectáculo, adaptación, actor y actriz de reparto, diseño de luz, mejor empresario) que les han sido concedidos este año por La función por hacer, un espectáculo humilde basado en Seis personajes en busca de autor, de Luigi Pirandello, que empezó su recorrido no en un escenario, sino en el hall de un pequeño teatro como es el Lara de Madrid cosechando grandes y elogiosas críticas.


Teatro Español: Viaje a ninguna parte. (El País 24/11/2011)

Querido amigo: Mal que bien, seguimos con la gira, cada vez más anémica. La verdad es que nos están dando por todos lados. El bolo en el sur se ha ido a hacer puñetas. Por lo menos el tío del Ayuntamiento tuvo el detalle de decirnos (o se le escapó, no sé) que allí no iba a cobrar ni el Tato.

-Es que no tenemos dinero. ¿Qué se os ocurre?

-Pues lo que se nos ocurre es no ir.
Teatro del Centro Conde Duque
-"No, tíos, no podéis hacernos eso, que nos dejáis sin programación... Mira, os haremos un contrato, pero para cobrar dentro de un año y medio". "Vale, muy bien, aceptamos el contrato pero si nos llevamos una parte de la taquilla para cubrir gastos". Y va y nos dice: "Huy, hijo mío, qué más quisiera yo, con la de agujeros que tengo que tapar". O sea, que no fuimos. Parece que los cómicos, que hemos sido pobres de solemnidad toda la vida, ahora tenemos que levantar el país.

Sabrás que en las últimas temporadas se han producido en España unos 1.200 estrenos al año en más de 1.500 espacios. La mayoría son teatros públicos de provincia, lo que quiere decir que buena parte de la actividad de las compañías se produce en gira, no en las temporadas de las grandes ciudades. Desde que comenzó la famosa crisis, un elevado tanto por ciento de los teatros municipales no pagan lo que compran. Algunos, los más sensatos, no compran porque no tienen dinero. Y otros, como en el pueblo del sur, utilizan el dinero de la taquilla para pagar los contratos de la luz o los sueldos de los empleados del Ayuntamiento. Taquilla que, por cierto, tampoco es ninguna bicoca, porque las entradas se venden "a precios políticos", o sea, muy por debajo de su precio real.

Durante una época, cuando de las arcas públicas manaba leche y miel, la baratura de las entradas no nos afectaba porque la mayoría cobrábamos unos cachés más que potables y unos pocos los cobraban potabilísimos, pero ahora ni cobramos cachés; ni la taquilla, cuando la cobramos, nos permite salir de apuros. Y ya veremos qué pasa con el público, porque se han acostumbrado a esos precios y no pueden subírselos de repente. Bueno, poder pueden, pero la gente se va a quedar en casa.

Así las cosas, muchas compañías no tienen funciones y han de echar el cierre, o no les pagan y han de echar el cierre también.

Tú calcula que un empresario de compañía o un promotor privado ha de costear todos los gastos del bolo (que van desde los viajes y el transporte de la escenografía hasta, a menudo, los programas de mano) así como los sueldos, Seguridad Social y dietas de actores y técnicos. Y lo más chocante de todo, el IVA, a menudo sin haber cobrado la actuación. No puede haber mayor paradoja: por un lado, la Administración no te paga y por otro te exige el IVA de un dinero que no has recibido. Hay empresarios que han ido a los Ayuntamientos con un notario para que levantara acta del impago, pero son los menos, porque eso supone perder más tiempo y más dinero.

Hace poco, una concejala de Cultura de un Ayuntamiento de Levante encontró la piedra filosofal para recortar presupuestos: "A partir de ahora", dijo, "la programación la haremos con las compañías de aficionados de cada localidad". Pensamos que era una salida de pie de banco, pero encontró eco. A los cuatro días, otro consejero de Cultura dijo que a partir de ahora los bolos se pagarían a 1.500 euros, que o lo tomaban o lo dejaban. Yo no tengo nada en contra del teatro amateur, pero la jugada está muy clara: miseria absoluta. No les importa que el teatro sea bueno o malo, amateur o profesional. Lo único que les importa es pagar a precios de derribo. ¿Qué puedes montar con esa cantidad? Claro, tendrán que ir ilegales todos, sin Seguridad Social, sin nada, con cuatro focos porque no puedes ni pagar al técnico de luces. Eso es volver a los días de El viaje a ninguna parte.

Dicen que la industria privada va a "entrar", todavía no se sabe muy bien cómo, en muchos de esos teatros municipales. Puede que sea una buena idea, aunque pienso que si no nos han llamado nunca no veo por qué van a hacerlo ahora, ni sé si me va a convenir. A unos compañeros les contrataron la primavera pasada para actuar tres semanas en un teatro de empresa privada. Les dijeron que tenían que estar muy contentos porque aquello no pasaba todos los días. Y lo estaban, porque cada noche veían la sala bastante llena. La felicidad se acabó cuando comenzaron a llegar las liquidaciones: el promedio indicaba que entre ofertas, descuentos, promociones y jubilados (que no es que sea el mejor público) estaban vendiendo las entradas a nueve euros. O sea, que llenar llenaron, pero acabaron perdiendo dinero.

Lo peor es que se te queda cara de tonto cuando te dicen que el teatro español vive uno de los momentos más brillantes de su historia. Es cierto que sigue habiendo mucha creatividad y mucho empeño, pero con esa excusa están recortando a tajo. Yo digo que más que crisis hay caudales muy mal repartidos, porque con los presupuestos públicos se siguen haciendo espectáculos carísimos. Los teatros nacionales no han cambiado su estructura paquidérmica, con montajes grandes (que no es lo mismo que grandes montajes), casi siempre para lucimiento de sus responsables, escenografías inamovibles y, por tanto, escasa o nula posibilidad de gira: se ven uno o dos meses allá donde se hicieron y se acaba la historia.

Y luego se te pone todavía más cara de tonto cuando te dicen: "No te quejes, que con eso de las subvenciones vivís de la sopa boba". Es como lo de los maestros, que no llegan a fin de mes pero tienen tres meses de vacaciones.

Hablando de subvenciones: ahora, en noviembre, están a punto de hacerse públicas las que pedimos, porque son anuales. Lo cual quiere decir que para poder cobrar has de estrenar antes del 31 de diciembre: por tanto, tienes un mes y pico para montar y presentar un espectáculo. Y antes no has podido prepararlo, obviamente, porque no tenías la pasta, y ya no te arriesgas a pedir otro crédito. Y tampoco puedes decirles a tus actores: "No cojáis esa serie o esas sesiones de doblaje, que un verdadero actor ha estar haciendo teatro aunque se muera de hambre: ya cobraréis una décima parte cuando llegue la limosna del ministerio o de la comunidad". Porque eso es lo que es, llámale limosna o llámale pedrea. Y fíjate que, pese a todo, a muchas compañías les sale más a cuenta pedir una subvención y hacer un nuevo espectáculo que seguir con el del año pasado, porque no tienen dónde colocarlo: por eso también se hacen tantas funciones innecesarias y tienen una vida tan corta. Yo siempre he recelado de la cultura subvencionada, pero todavía desconfío más de la famosa ley del mercado. El mercado es una apisonadora que lo iguala todo. Lo primero que un programador te va a pedir son nombres: actores "populares", mayormente de televisión. Es muy, pero que muy difícil, estrenar una obra con actores desconocidos. Y tanto si eres director como autor te van a pedir comedia, comedia por encima de todo, que la gente lo que quiere es divertirse y olvidarse de la que está cayendo, y si es con tres personajes mejor que con cuatro, y si es un monólogo con ese chico o esa chica que presenta un concurso, pues mejor que mejor. Y luego, a esperar, porque no hay bastantes salas. Un proyecto puede tardar dos años en estrenarse, y pilla tú a los actores pasado ese tiempo. Y los programadores quieren ver la obra en Madrid o en Barcelona antes de llevarla de gira, cuando antes era al revés: primero ibas de gira y luego "entrabas" en la capital.

Nosotros no es que hagamos un teatro raro ni difícil, pero en tiempo de crisis todo lo que no sea instantáneamente rentable pasa a ser raro y difícil.

Yo no sé cuál es la solución, porque no soy político ni empresario, pero sé que bajo el imperio de la rentabilidad inmediata nunca se hubiera estrenado Esperando a Godot ni muchas otras. Ni, ya puestos, se hubiera escrito el Ulises ni se hubiera rodado jamás Los Soprano.

Quizás todo lo que está pasando sirva para aguzar nuestro ingenio y encontrar nuevas formas de supervivencia. Quizás muchos nos quedemos en el camino y tengamos que dedicarnos a otra cosa. Corto y cambio, porque los temas son muchos y ya está bien de quejas. Mi padre, que es cómico viejo, dice que peores crisis vivió él, y que el teatro es como un corcho en mitad del mar: parece frágil y minúsculo pero no hay ola que se lo lleve al fondo. Ya se irá viendo. Recibe un fuerte abrazo.



Los Ayuntamientos asfixian al teatro (El País 13/12/2010)

Roberto Álamo en 'Urtain'
El teatro español no está en crisis: nunca tanto público ha acudido los espectáculos. Sin embargo, pocas veces ha estado tan estrangulado. La paradoja tiene también su carga de ironía: el teatro, tan necesitado siempre de ayudas, está siendo ahora quien financia a las instituciones públicas, sobre todo municipales. "Los grupos estamos poniendo dinero de nuestro bolsillo. Van a cerrar salas y compañías, es una tragedia porque si las administraciones cumplieran podríamos vivir este momento dulce del teatro", critica Juan Margallo, presidente de Artemad y fundador de Tábano y Uroc Teatro.


El dinero que entra por taquilla no va a parar a las compañías como siempre había ocurrido, sino que se desvía para cubrir otras necesidades de los Ayuntamientos. Ello se debe a que la práctica totalidad de los espectáculos que se ofrecen por toda España son privados, pero los espacios donde se representan son de gestión pública, a excepción de Madrid y Barcelona, donde la situación está más o menos normalizada

Daniel Martínez, presidente de la Federación de Asociaciones de Empresas de Teatro de España (Faeteda) y presidente también del grupo Focus, analiza la situación: "El sistema que se ha fraguado durante el periodo democrático ha sido beneficioso para crear un tejido teatral". Pero llegó la actual crisis. "Y la oferta pública está afectada por los problemas de las instituciones. Se nota en dos aspectos: la reducción de las programaciones por el recorte de los presupuestos, sobre todo para la cultura, y el aumento de la morosidad que afecta de manera grave a la subsistencia de algunas compañías. De no remediarse esta situación se verá afectada su viabilidad. No reclamamos privatizar el sistema, sino aportar modos privados a la gestión pública. Cuesta mucho crear hábitos teatrales y muy poco destruirlos", concluye Martínez, quien señala que en Cataluña los efectos de la crisis están más amortiguados.

Juanjo Seoane, que ha producido más de 100 espectáculos (actualmente La violación de Lucrecia, de Shakespeare, protagonizada por Núria Espert; El pisito, con dirección de Pedro Olea, y Un tranvía llamado deseo, de Williams, con dirección de Mario Gas), asegura que, a pesar de abarrotar teatros, los interventores municipales se niegan a entregar el dinero de taquilla y a pagar el caché en el tiempo estipulado. "Tras tres años sin cobrar 17.500 euros de un Ayuntamiento andaluz, provoqué una orden de embargo y me pagaron inmediatamente, pero 5.000 euros se me fueron en procuradores y abogados", explica.

Los Ayuntamientos le deben a Seoane cerca de medio millón de euros. Pero el problema no acaba aquí. Como le obligan a dejar la factura por el importe que le adeudan, la espiral aumenta. "El Gobierno me obliga a abonar el IVA de esa factura y si no, me cae multa y con recargo. Esto es el acabose. ¡Tiene que intervenir el Gobierno! ¡Nos están arruinando!", exclama Seoane.

Hay más denuncias como la de Jesús Cimarro, presidente de la Asociación de Productores y Teatros de Madrid y hombre de la escena hace décadas. Él tiene en estos momentos seis obras de gira e incide en que están financiando a las administraciones. Como propietario de Pentación Espectáculos le deben 850.000 euros: "Debo adelantar sueldos y el IVA de un dinero que no recibo. Pago religiosamente y el beneficio se lo comen los intereses. Tengo cuatro líneas de crédito saturadas y si me paso de ese tope, los bancos me cobrarían entre un 15% y un 20% de intereses. Es una sangría y esto estrangula a cualquier compañía".

"Puede estallar la situación", denuncia Juan Margallo. Él recuerda que son 1.200 grupos los que pululan por los teatros de España con unos 3.000 espectáculos.Concha Busto, empresaria, distribuidora y productora, no es más optimista: "La Administración puede terminar hundiendo al teatro, se lo van a cargar, es tremendo lo que está pasando".